Desde hace tiempo las preguntas claves que
se intentan contestar son: ¿Qué es liderar? ¿En qué consiste el liderazgo? ¿Cómo
es y qué ha de ser un líder? Y es obvio que la descripción de una actividad, de
una actitud tan compleja e importante como ésta, se compone de un mosaico de
muy diversos elementos que le dan forma y personalidad en función del peso
específico que tenga cada uno de estos elementos dentro del conjunto.

¿Por qué? Obviamente porque cada persona
percibe la esencia del liderazgo, de la autoridad o del poder, de forma
distinta, según sus propias aptitudes innatas y sus experiencias previas.
“Quien
gobierna, mal descansa.”
Lope de Vega.
Las características de un líder serán la
resultante del mix, personal e intransferible, que éste desarrolle para dicho
conjunto de características. Y dicho mix puede resultar totalmente adecuado o
inadecuado según sean las personas receptoras de ese liderazgo y las
circunstancias en las que se desarrolle. De hecho, el mismo mix puede resultar
adecuado en un momento y, posteriormente, con las mismas personas, pasar a ser
completamente inoportuno.
Hay, sin embargo, un elemento común, una especie
de llave maestra que subyace en cualquier lugar, cultura y tiempo, que es la
que “empapa” toda actitud de liderazgo. A partir de una necesidad que
desencadena y pone en marcha la búsqueda de liderazgo, consciente o no, por
parte de un grupo de personas, tiene que producirse la chispa inicial que
coloca a otra persona o grupo de personas al frente del conjunto, para marcar
el tempo de sus vidas, sean personales, políticas, espirituales o
profesionales.
Esa clave, la que está en la base, dando soporte
y cimentando el liderazgo de las personas, por las personas y para las
personas, es: saber llegar al alma del
prójimo.
Para poder ejercer el privilegio de
liderar de una manera positiva y plena, es imprescindible conocer, respetar y
amar el alma humana. Cualquier otra cosa puede ser dirigir, ordenar, mandar,
encauzar; todo ellos enfoques útiles y utilitaristas. Pero no equivalen a liderar
en el sentido más pletórico del término y hasta sus últimas consecuencias.
“La virtud
consiste en amar a los hombres; la sabiduría en conocerlos.”
Confucio.
Liderar es, muchas
veces, actuar como motor de arranque, jugar al limpio juego de Sócrates, quien,
mediante sencillas pero acertadas preguntas encadenadas, ponía de manifiesto
para su pupilo las cuestiones que eran relevantes sobre un tema en concreta. El
maestro sólo debía ser diestro en el arte de desenterrar lo que ya estaba allí,
de colaborar en la extracción del valor que ya era parte del patrimonio ignoto
del propio discípulo.
“Pide consejo
al que sabe corregirse a sí mismo.”
Leonardo Da Vinci.
Un líder es como
una buena radio. Está capacitado para sintonizar con todas las ondas, captando
el mensaje de cualquier emisor, esté en la frecuencia que esté. Y también tiene
la capacidad de enviar el mensaje adecuado al oyente adecuado. En función de su
receptor, elabora un contenido específico, hecho a la medida de dicho oyente, y
lo programa en el momento oportuno, cuando capta la máxima de receptividad.
“El corazón
humano es un instrumento de muchas cuerdas; el perfecto conocedor de los
hombres los sabe hacer vibrar todas y es, en este sentido, un buen músico.” Charles Dickens.
En el modelo que agoniza, la incapacidad
de generar sentimientos poderosos y positivos hacia la organización y los seres
humanos que conviven en ella es, hoy por hoy, su principal grieta.
Por esa grieta se escapa lo mejor de
muchas personas; aquello que puede significar la diferencia entre la
mediocridad y la excelencia para cualquier empresa.
“El arte de
dirigir consiste en saber cuándo hay que abandonar la batuta para no molestar a
la orquesta.”
Karajan.
El ejercicio multipersonal de la
responsabilidad del poder está convirtiéndose progresivamente en un requisito,
tanto dentro de las organizaciones como desde su exterior. Y la sabia
conjugación de personalidades y talentos de las personas llamadas a desempeñar
este coliderazgo, será la clave del potencial de supervivencia y desarrollo de
las organizaciones del futuro.
La actitud y el conjunto de destreza s
vinculadas “tradicionalmente” al carisma de un espíritu líder son actualmente
requeridas a todos los niveles del organigrama. No es sólo una cuestión de iniciativa
o de involucración deseable en los colaboradores, sino de algo más intenso, más
comprometido, pero no sólo con la organización o con uno mismo, sino con el
conjunto de personas con las que se trabaja.
Quienes tienen vocación y madera para el
liderazgo han de encontrar en el seno de sus empresas el espacio para poder
desarrollar estas aptitudes.
“Si queremos un
mundo de paz y justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio
del amor.” Saint-Exupéry.
Fuente: Extracto del libro: Meditando el
Magnamente, 2003.